El Legado de Mabellini Wines: Don Pedro, Carlos y la Tradición Vinícola en la Patagonia.
En el corazón de la Patagonia Argentina, una historia que se extiende por generaciones da origen a Mabellini Wines. En 2018, Carlos Mabellini y Lorena Nicolás Creide dieron vida a esta bodega que rinde homenaje a sus raíces y al amor por el vino que ha perdurado a lo largo del tiempo.
El origen
Mabellini Wines nace de la mano de Carlos Mabellini y Lorena Nicolás Creide.
Carlos Mabellini tiene sus fotogramas de infancia impregnados de taninos. Mientras se sucedían los juegos infantiles, entre piletones de hormigón y suculentos racimos, descubría el proceso de la bebida que poblaba la mesa familiar.
Su abuelo Don Pedro Mabellini llega a principios del siglo XX de Brescia Italia a la Patagonia y se aferra a estas tierras, como lo hacen los viñedos, para lograr los mejores frutos. Sus esfuerzos se suman a Rio Negro, una provincia que comenzaba a dar sus primeros pasos para convertirse en una zona frutihortícola por excelencia.
En 1979 el hijo de aquel laborioso inmigrante, Pedro Mabellini junto a Elsa Bruna Zannola, continúan con el legado cultural y familiar de producción.
Un legado de sabor y tradición en la Patagonia
El tiempo convirtió a Carlos en un enófilo apasionado.
Carlos fue aprendiendo, investigando y desarrollando su pasión por el universo de las cepas y advirtiendo la generosidad del terruño. Mientras transitaba su temprana adultez comenzó con un proceso de colección de vinos que continúa hasta el día de hoy. Ese espíritu de estudio y registro por el universo de los viñedos, actualmente lo posiciona como propietario de una de las cavas privadas más importantes de Argentina. Curiosidad, interés y tiempo motorizan la pasión de Carlos por encontrar partidas especiales, de pequeña producción y con una calidad altamente contrastada.
En el 2018, junto a su compañera de vida, Lorena Nicolás Creide, materializan el deseo de juventud de la bodega propia y así recuperan el camino noble de la huella familiar. En aquel recuerdo de niñez quedaba claro que el principal propósito de tanto trabajo era disfrutar de las riquezas de la tierra.
Producir para cosechar y compartir es la fórmula que hoy se recrea en Bodega Mabellini.
Consagrada Patagonia
La región del Alto Valle de Rio Negro y Neuquén es una zona privilegiada, posee un suelo que ha sido bendecido para el arraigo de vides y la producción de vinos de calidad.
Los persistentes vientos, el arcilloso terreno, la cercanía de los ríos y canales de riego, la amplitud térmica y la preponderancia de los días soleados, son condiciones inmejorables que favorecen la calidad y estabilidad en la maduración de la uva.
Carlos Mabellini y Lorena Nicolás Creide han sabido capitalizar las virtudes de este microclima.
En la confluencia del río Limay y Neuquén, portal de la Patagonia norte, está la chacra principal de producción familiar. Contenida por un conglomerado urbano, en convivencia con la modernidad y la herencia cultural, los vinos de Bodega Mabellini generan una honesta síntesis.
Entre la barda y el río, en Mainque se desarrolla otra porción de la producción con suelos sanos, vitales, con gran porcentaje de arcilla y limo que se traduce en vinos de buena concentración y estructura.
La propuesta
Los vinos de Bodega Mabellini están marcados por las condiciones del clima, guiados por los saberes familiares y estimulados por la pasión y la excelencia. La experiencia recorrida, sumada a la memoria sensorial y emocional hoy permiten moldear gustos y preferencias.
En la chacra de la Confluencia, los vinos suelen destacarse por su equilibrada concentración de color, su carácter frutado y su compleja estructura.
La chacra de Mainque, la zona vitivinícola más antigua de la Patagonia, donde se concentra gran parte de las bodegas de la región, los vinos adquieren un carácter mineral y un buen equilibrio entre alcohol y acidez, producto de la maduración lenta.
Se trata de viñedos sanos, fuertes, balanceados y concentrados.
Entre la tradición y la innovación, los vinos de Bodega Mabellini logran alcanzar la mejor versión del terruño.
Las uvas recorren barricas de roble francés que aportan una microoxigenación al vino y una gama de aromas y sabores terciarios propios de la crianza y el añejamiento.
Los tanques de acero inoxidable, refrigerados con temperatura automatizada, permiten que cada cosecha pueda expresar claramente su identidad, posibilitando además un mejor control en la elaboración.
Las vasijas de concreto contribuyen también a una microoxigenación del vino. Esta tecnología suma mineralidad destacando las particularidades, la pureza de cada una de las variedades.